Murió Miguel Ángel Russo, leyenda de Rosario Central e ícono del fútbol argentino

Tenía 69 años y esta temporada había vuelto a dirigir a Boca. Nacido en Lanús, como futbolista solo vistió la camiseta de Estudiantes de La Plata. Como entrenador alcanzó la gloria en varios clubes, pero en el Canalla tuvo cinco ciclos y marcó su nombre a fuego: lo salvó del descenso, ascendió a Primera y se consagró campeón luego de mucho tiempo de sequía. El adiós a un ídolo.

Murió Miguel Ángel Russo, la leyenda e ídolo de Rosario Central y uno de los entrenadores más importantes de la historia contemporánea del fútbol argentino. Tenía 69 años y esta temporada había vuelto a dirigir a Boca, tras un breve paso por San Lorenzo posterior a su quinto ciclo en el Canalla, donde se transformó en una figura que trasciende generaciones sin haber nacido en la casa.

El mundo auriazul y del fútbol en general, están de luto por su partida. Se fue un ganador como entrenador y futbolista. El que aprendió mucho de Carlos Bilardo en la escuela de Estudiantes, el que se hizo desde abajo como DT en el ascenso, el que conoció a Central y siempre volvió cuando lo necesitaron, el que adoptó Rosario como su lugar en el mundo, el de las frases cortas y parcas, el que llenó sus vitrinas de títulos, entre ellos una Copa Libertadores. Un hombre amado por muchos y respetado en todos lados, que no se quiso despegar de la pelota ni en los últimos días de su vida, cuando una cruel enfermedad le pisaba los talones. 

Miguel siempre dijo que el fútbol lo mantenía con vida y por eso nunca dejó de trabajar. Este año volvió a atravesar diversos problemas de salud que se acentuaron en las últimas semanas. Tuvo que ser internado durante septiembre a causa de un cuadro de deshidratación y valores altos de bilirrubina, una situación que lo hizo ausentarse de muchos entrenamientos de Boca y también de partidos oficiales.

Pero no le impidió, por ejemplo, ir por última vez al Gigante de Arroyito, donde fue ovacionado e idolatrado por unos 50 mil canallas en el empate 1-1 por el Clausura 2025, a mediados de septiembre. Emocionado, pero también enojado por todo lo que se decía sobre su salud, Miguel dijo esa tarde que «siempre era distinto» ir a la casa de Central.

La sonrisa de Miguel. (Alan Monzón/Rosario3)

En 2017, cuando era técnico de Millonarios de Colombia, le diagnosticaron cáncer de próstata. Pasó esa dura etapa personal junto a profesionales que estuvieron a la altura de las circunstancias y con el apoyo invaluable de amigos íntimos y su familia, para que no perdiera las ganas y la fuerza para combatir la enfermedad. Se recuperó y siguió adelante, pero ese problema de salud lo volvió a encontrar tiempo después. 

Russo nació el 9 de abril de 1956 en Lanús. Se formó futbolísticamente en Estudiantes de La Plata, club en el que debutó en Primera División en 1975 y donde jugó toda su carrera profesional, algo cada vez más inusual en el fútbol argentino. Como volante central, fue símbolo de una etapa de reconstrucción del “Pincha” tras los años gloriosos de Osvaldo Zubeldía.

Con Estudiantes disputó 418 partidos oficiales y fue parte fundamental del equipo que ganó el Campeonato Metropolitano 1982, con Carlos Salvador Bilardo, y el Nacional 1983, bajo la conducción de Eduardo Luján Manera, consolidando una escuela de disciplina táctica y rigor competitivo que lo marcaría para siempre. El Doctor lo convocó varias veces durante las Eliminatorias para México 1986, pero finalmente no fue al Mundial. 

Tras retirarse en 1988, Russo se volcó rápidamente a la dirección técnica, llevando consigo esa impronta bilardista del trabajo meticuloso y el orden colectivo. Aunque sus primeros pasos como DT los dio en Lanús –donde obtuvo dos ascensos a Primera– y Estudiantes, en la primera mitad de la década del 90, la vida de Miguel –y la de Central– cambiaría para siempre a partir de su primer ciclo en Rosario Central, donde terminaría acumulando 301 partidos –el segundo con más encuentros después de Don Ángel Tulio Zof– en el banco, repartidos en cinco etapas.

Russo y una de sus tantas salidas al Gigante de Arroyito. (Alan Monzón/Rosario3)

Russo y Central: un amor eterno y recíproco


Russo y Central se conocieron de cerca en 1997. Con la llegada del técnico, el equipo mostró una identidad sólida, equilibrada y de fuerte carácter competitivo. Ese mismo año consiguió un inolvidable triunfo por 4-0 en el clásico rosarino ante Newell’s, en el partido que los canallas recuerdan como el “Día del abandono”. Fue el principio de una relación que marcaría a fuego el último cuarto de siglo auriazul.

Volvería a Arroyito en cuatro ocasiones, en diferentes contextos del club y en distintas etapas de madurez en su carrera como director técnico.

El segundo ciclo fue entre 2002 y 2004, donde dirigió 68 partidos. Llegó como piloto de tormenta para salvarlo del descenso, una misión que se repetiría en el futuro. No solo que cumplió el objetivo principal, sino que las buenas campañas llevaron al equipo a jugar copas internacionales. 

En 2009 se dio el tercer regreso a Central, que estaba otra vez muy comprometido con el descenso. Con Russo, el equipo auriazul tuvo que jugar la Promoción contra Belgrano de Córboba para evitar perder la categoría y logró sacar adelante esa serie para quedarse en Primera. 

El cuarto ciclo fue uno de los más extensos y se desarrolló del 2012 al 2014, con 101 partidos dirigidos. El Canalla penaba en la B Nacional, luego de dos intentos fallidos por subir, y fue Miguel el entrenador que logró sacarlo a flote, devolverlo a la máxima categoría y consolidarlo nuevamente en el lugar que le corresponde por historia. 

El último regreso a Rosario fue en 2023, el año en que Russo consiguió lo único que le faltaba con el club de Arroyito, que era consagrarse campeón en Primera y bordar una estrella en el escudo. Tras vencer a Platense en la final, obtuvo la Copa de la Liga 2023 que selló su paso a la eternidad como una leyenda auriazul. 

Miguel tiene otro récord como DT del club de Arroyito: nunca perdió un clásico rosarino ante Newell’s. Es otro de los motivos que forjó esa veneración permanente de los hinchas.

El revoleo del saco tras el 4-0 de Central sobre Newell’s en 1997. (El Gráfico)

Un técnico todoterreno y ganador 


Russo fue uno de los entrenadores más respetados del fútbol argentino, con una trayectoria que combina trabajo, equilibrio y éxito. Comenzó su carrera como técnico a fines de los años 80, tras retirarse como jugador de Estudiantes de La Plata, y rápidamente construyó un recorrido sólido por distintos clubes del país y del exterior.

A lo largo de su carrera dirigió a equipos como Estudiantes, Lanús, Vélez Sarsfield, San Lorenzo, Racing Club, Boca Juniors y Rosario Central, entre otros. Con Boca alcanzó uno de sus mayores logros: la Copa Libertadores 2007, con un equipo recordado por su gran rendimiento y el liderazgo de Juan Román Riquelme. En el exterior también dejó su marca, especialmente en Millonarios de Colombia, donde se consagró campeón en 2017.

Logró algo que no muchos consiguieron, como es ser muy querido en al menos cinco clubes: el Pincha fue su única camiseta como futbolista, al Granate lo ascendió como DT, con el Fortín fue campeón, con el Xeneize conquistó la Libertadores y en el Canalla, directamente, es leyenda. 

Con la Copa Libertadores que obtuvo como técnico de Boca Juniors en 2007. (El Gráfico)

También dirigió fuera de Argentina. Aparte de su aventura en la Universidad de Chile, en España pasó por Unión Deportiva Salamanca; en México condujo a Monarcas Morelia; en Colombia a Millonarios; en Perú a Alianza Lima; en Paraguay a Cerro Porteño; y en Arabia Saudita a Al-Nassr.

Más de una vez asociaron su nombre a la selección argentina, aunque pese a ser candidato nunca se concretó.

Su vínculo con Rosario Central ocupa un lugar especial: Russo tuvo cinco ciclos al frente del equipo, y en todos dejó su sello de orden, compromiso y sentido de pertenencia. Bajo su conducción, el club recuperó competitividad, fortaleció su identidad y, cuando pudo, apostó por los jóvenes del semillero.

Con más de tres décadas en los bancos de suplentes, Russo representó como pocos la figura del técnico trabajador, respetado, coherente y de pocas palabras, hasta parco. Su estilo, basado en el equilibrio y la construcción colectiva, lo consolidó como un referente del fútbol argentino y un símbolo de liderazgo sereno, de bajo perfil. 

Russo como jugador en Estudiantes de La Plata. (El Gráfico)

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